Nuestras fiestas, que celebramos año tras año, conmemoran o recuerdan hechos destacados de nuestra historia, tanto personal como comunitaria. Y como no, nuestras raíces -impregnadas mayoritariamente de esencia cristiana-. De tradiciones que hemos heredado de los primeros cristianos, de aquellos hombres y mujeres que nos precedieron en la historia de Castellón.
Una vez más, los vecinos de la Plana peregrinan hacia la ermita de la Magdalena, como recuerdo del hecho fundacional de la ciudad. Y lo hacen en el tercer domingo de Cuaresma, un tiempo litúrgicamente importante para la Iglesia, cuyo sentido principal es la preparación de las fiestas de Pascua. Un tiempo especialmente destinado a la conversión, al arrepentimiento y, sobre todo, a la reconciliación con lo divino. Sin embargo, conscientes de lo que ello supone histórica y religiosamente hablando, los diferentes momentos por los que pasa la peregrinación no conservan totalmente su forma primitiva. Aunque su esencia sigue siendo la misma, sus formas y contenidos han ido adaptándose a los nuevos tiempos.
Una vez más, los vecinos de la Plana peregrinan hacia la ermita de la Magdalena, como recuerdo del hecho fundacional de la ciudad. Y lo hacen en el tercer domingo de Cuaresma, un tiempo litúrgicamente importante para la Iglesia, cuyo sentido principal es la preparación de las fiestas de Pascua. Un tiempo especialmente destinado a la conversión, al arrepentimiento y, sobre todo, a la reconciliación con lo divino. Sin embargo, conscientes de lo que ello supone histórica y religiosamente hablando, los diferentes momentos por los que pasa la peregrinación no conservan totalmente su forma primitiva. Aunque su esencia sigue siendo la misma, sus formas y contenidos han ido adaptándose a los nuevos tiempos.
En sus comienzos
Inicialmente, la romería que sube desde Castellón hasta el solar primitivo comenzó como una peregrinación penitencial, propia de la Edad Media. Así lo indica una referencia de 1375, en la que se indica que la villa estaba afectada por una epidemia de peste negra. Y como era normal en aquella época, se trataba de una rogativa para pedir a Dios que cesaran los contagios y las calamidades, o incluso para pedir la lluvia en tiempos secos. En definitiva, las condiciones adversas del medio, las sequías y otros estragos propios de aquella época favorecían la fe de unos antepasados que no dudaban en dirigir sus ruegos y plegarias hacia lo alto. Así lo manifiesta el canto "O vere Deus" que todavía hoy resuena en el camino hacia la ermita, en el que, mediante la plegaria, se pide la salud, la paz, y la lluvia del cielo.Posiblemente la romería de la Magdalena se inició ante alguno de estos desastres. Se fue repitiendo ante nuevas incidencias y, según el doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, Álvar Monferrer, “al menos desde 1572, se convirtió en práctica anual”.
Desde aquellas fechas hasta nuestros días, la actual romería contempla una variada mezcla de hechos históricos, religiosos, culturales, y folcloristas. Nadie duda de su origen penitencial, que hoy día ha quedado reducido tan sólo a los cantos o las plegarias de la comitiva y del preste que porta la reliquia de Maria Magdalena. Cantos bastante escasos en el camino, y que en cierta medida se explican por el carácter poco formal de la peregrinación, que se mezcla con los petardos y cantos de los participantes.
En el transcurso de la jornada religiosa los romeros hacen parada en los lugares más importantes y emblemáticos para la fe del pueblo de Castellón. La Concatedral de Santa María es el pórtico de inicio de los romeros y de las autoridades, tanto eclesiásticas como civiles. Allí, el preste de la romería revestido con capa pluvial morada inicia el canto del "O vere Deus" y emprende con la reliquia de la santa la caminata hasta la ermita. Inmediatamente, la ermita de Sant Roc de Canet es parada obligada para cantar al santo de Montpellier, al que se le atribuye la protección contra la peste y otras enfermedades epidémicas. Tampoco falta la entrada al Santuario-Basílica del Lledó, en la tornà de la romería, para cantar a la Mare de Déu. Y otras visitas del trayecto, de menor importancia histórica, son la capilla de la Mare de Déu del Lledó, y el monasterio de San José, de las monjas carmelitas, cerca de la Basílica de la Virgen. En definitiva, lugares que nos recuerdan esa presencia del cristianismo en Castellón y que sirven de paso obligado para la oración y la reflexión en ese camino hacia la Magdalena.
Sin duda alguna, además del paso obligado por esos edificios castelloneros que nos recuerdan la esencia religiosa de esta romería, no podemos olvidar la procesión de bienvenida que parte de la iglesia de la Sangre, formada por su Cofradía titular y el Apostolado, a los que preceden las cofradías de Paz y Caridad, del Cristo de Medinaceli y de Santa María Magdalena. Y que se encuentran en el Forn del Pla, y ahí se produce el encuentro de ambas procesiones con la simbólica y emotiva veneración de la Cruz, conocida popularmente como les reverències o les tres caigudes.
Toda la procesión final de la rogativa penitencial concluye en la concatedral de Santa María, donde se entona el Gloria Patri como acción de gracias a la Santísima Trinidad, y se solemniza el momento con un volteo general de campanas.
Una sucesión ininterrumpida de actos que muestran las raíces religiosas de un pueblo que rememora sus orígenes. Lugares sagrados que testimonian la fe de unos hombres y mujeres que viven su historia personal de una forma concreta. Pero vistas las peculiaridades actuales de esta manifestación pública, la idea del pecado acaba siendo secundaria -aunque la experiencia demuestre que una conducta negativa pueda tener consecuencias negativas-. Así parece, que aunque el hombre medieval y el hombre moderno consideren la presencia de fuerzas divinas superiores, no buscan los mismos efectos. La secularización y ciertas explicaciones científicas de nuestro mundo de hoy han impregnado de racionalismo la romería. Ese viaje anual hacia el solar sagrado del origen cristiano de Castellón.
Inicialmente, la romería que sube desde Castellón hasta el solar primitivo comenzó como una peregrinación penitencial, propia de la Edad Media. Así lo indica una referencia de 1375, en la que se indica que la villa estaba afectada por una epidemia de peste negra. Y como era normal en aquella época, se trataba de una rogativa para pedir a Dios que cesaran los contagios y las calamidades, o incluso para pedir la lluvia en tiempos secos. En definitiva, las condiciones adversas del medio, las sequías y otros estragos propios de aquella época favorecían la fe de unos antepasados que no dudaban en dirigir sus ruegos y plegarias hacia lo alto. Así lo manifiesta el canto "O vere Deus" que todavía hoy resuena en el camino hacia la ermita, en el que, mediante la plegaria, se pide la salud, la paz, y la lluvia del cielo.Posiblemente la romería de la Magdalena se inició ante alguno de estos desastres. Se fue repitiendo ante nuevas incidencias y, según el doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, Álvar Monferrer, “al menos desde 1572, se convirtió en práctica anual”.
Desde aquellas fechas hasta nuestros días, la actual romería contempla una variada mezcla de hechos históricos, religiosos, culturales, y folcloristas. Nadie duda de su origen penitencial, que hoy día ha quedado reducido tan sólo a los cantos o las plegarias de la comitiva y del preste que porta la reliquia de Maria Magdalena. Cantos bastante escasos en el camino, y que en cierta medida se explican por el carácter poco formal de la peregrinación, que se mezcla con los petardos y cantos de los participantes.
En el transcurso de la jornada religiosa los romeros hacen parada en los lugares más importantes y emblemáticos para la fe del pueblo de Castellón. La Concatedral de Santa María es el pórtico de inicio de los romeros y de las autoridades, tanto eclesiásticas como civiles. Allí, el preste de la romería revestido con capa pluvial morada inicia el canto del "O vere Deus" y emprende con la reliquia de la santa la caminata hasta la ermita. Inmediatamente, la ermita de Sant Roc de Canet es parada obligada para cantar al santo de Montpellier, al que se le atribuye la protección contra la peste y otras enfermedades epidémicas. Tampoco falta la entrada al Santuario-Basílica del Lledó, en la tornà de la romería, para cantar a la Mare de Déu. Y otras visitas del trayecto, de menor importancia histórica, son la capilla de la Mare de Déu del Lledó, y el monasterio de San José, de las monjas carmelitas, cerca de la Basílica de la Virgen. En definitiva, lugares que nos recuerdan esa presencia del cristianismo en Castellón y que sirven de paso obligado para la oración y la reflexión en ese camino hacia la Magdalena.
Sin duda alguna, además del paso obligado por esos edificios castelloneros que nos recuerdan la esencia religiosa de esta romería, no podemos olvidar la procesión de bienvenida que parte de la iglesia de la Sangre, formada por su Cofradía titular y el Apostolado, a los que preceden las cofradías de Paz y Caridad, del Cristo de Medinaceli y de Santa María Magdalena. Y que se encuentran en el Forn del Pla, y ahí se produce el encuentro de ambas procesiones con la simbólica y emotiva veneración de la Cruz, conocida popularmente como les reverències o les tres caigudes.
Toda la procesión final de la rogativa penitencial concluye en la concatedral de Santa María, donde se entona el Gloria Patri como acción de gracias a la Santísima Trinidad, y se solemniza el momento con un volteo general de campanas.
Una sucesión ininterrumpida de actos que muestran las raíces religiosas de un pueblo que rememora sus orígenes. Lugares sagrados que testimonian la fe de unos hombres y mujeres que viven su historia personal de una forma concreta. Pero vistas las peculiaridades actuales de esta manifestación pública, la idea del pecado acaba siendo secundaria -aunque la experiencia demuestre que una conducta negativa pueda tener consecuencias negativas-. Así parece, que aunque el hombre medieval y el hombre moderno consideren la presencia de fuerzas divinas superiores, no buscan los mismos efectos. La secularización y ciertas explicaciones científicas de nuestro mundo de hoy han impregnado de racionalismo la romería. Ese viaje anual hacia el solar sagrado del origen cristiano de Castellón.