miércoles, 30 de mayo de 2007

Multitudinaria participación en la procesión en honor del Santissim Crist del Calvari de Figueroles

Un año más los figueroleros mostraron su devoción por el Santíssim Crist del Calvari en la jornada que el lunes 28 de mayo le dedicó la población. El preludio a esta celebración religiosa comenzó nuevo días antes con la novena en la que se cantan las llagas y los gozos dedicados en honor al Cristo.
Según cuenta la leyenda, que se remonta al siglo XVIII y que se ha ido transmitiendo de padres a hijos se relata que tres peregrinos de diferentes edades aparecieron una mañana en la población. El más viejo de todos ellos enfermó a su llegada, impidiéndole este motivo continuar su camino, con los otros dos peregrinos. Por eso decidió quedarse en Figueroles en espera de su curación para continuar después su trayecto. Mientras tanto, los otros dos se instalaron en Costur y l’Alcora. Al enfermo lo alojaron a las afueras de la población (actualmente la Ermita del Cristo) y a la pocas semanas falleció. Sus compañeros regresaron para enterrarlo cristianamente, y al presentarse en su habitación para recoger sus pertenencias encontraron sobre la cama un crucifijo. Los habitantes al percatarse de la importancia del acontecimiento acudieron al lugar arrodillándose, venerando dicha imagen.
El lunes, los figueroleros volvieron a rememorar el hallazgo de la imagen del Cristo y renovaron su fe en el misterio de la Cruz. Por la mañana tuvo lugar una misa solemne en la que predicó D. José Carlos Beltrán Bachero, Vicario Episcopal para la Evangelización y Apostolado Seglar, Canónigo de la Concatedral de Santa María de Castellón y párroco de la parroquia de San Vicente Ferrer de la capital de la Plana. Y a la que asistieron las autoridades locales, encabezadas por el alcalde Luis Gregori y los niños que este año habían recibido la Primera Comunión.
Por la noche, a las 21.30 horas, tuvo lugar la multitudinaria procesión desde la iglesia, hasta la Ermita del Calvario. Cientos de fieles acompañaron a la imagen durante el recorrido por las principales calles de la población. El Cristo fue llevado hasta la Ermita y allí se entonaron los tradicionales gozos para acabar con un castillo de fuegos artificiales, a cargo de la Pirotecnia Martí, de Burriana.. Después, el Cristo fue devuelto a la parroquia, donde la multitud de asistentes lo veneró con devoción.