-No conozco la situación previa. Solo viví algunos destellos. Llegué con aquella frase, que dije y que mantengo: Soy obispo de todos y para todos. Estamos trabajando por crear unidad, comunión e integración. Se van dando pasos en la dirección correcta, aunque no todo lo que desearía. Yo vi mucha agresividad o tensión. El plan diocesano tiene un lema: Iglesia de comunión para la misión y ahí estamos trabajando. En la Iglesia no es fácil integrar la unidad con la pluralidad.
-Ya hace meses que lo notamos. A comienzos de este año vimos una mayor demanda de los servicios de Cáritas, en las parroquias... Lo afrontamos, en primer lugar, mediante la colecta de medios, porque prácticamente nos hemos quedado sin medios o son escasos para poder atender esa demanda de asistencia social, sobre todo de comidas y de vestido. No solo los emigrantes o los que llamamos pobres de solemnidad, sino gente que se ha quedado sin trabajo se acerca a pedir ayuda. Creo que debemos hacer una reflexión sobre las causas que nos han llevado a esta situación, porque la crisis no solo es económica, sino que hay más trasfondo, en el sentido más amplio de la palabra espiritual, de valores, etc. Es complejo determinar las causas de todo tipo, bancarias o políticas, etc. Dicho pronto y breve, la facilidad del acceso al dinero nos ha llevado a vivir por encima de nuestras posibilidades.
-¿Cómo está actualmente la deuda de la Diócesis?
-La vamos aminorando y de forma que sea soportable dentro de la economía diocesana. Hemos bajado un 33% de gastos financieros y un 25% en presupuesto ordinario, y eso creo que es aguantable. Estamos apretándonos el cinturón para superar esa deuda y acometer las inversiones que tenemos a la vista.
-¿Las colectas ordinarias han bajado por el tema de la crisis?
-Eso se notó. No tengo datos actuales, pero supongo que habrá bajado, aunque en la colecta extraordinaria del día de la Iglesia Diocesana, el domingo previo a la fiesta de Cristo Rey, hemos subido en los dos últimos años, un 45% y un 17%, respectivamente. Las campañas publicitarias que se están llevando a cabo desde la Conferencia Episcopal para conocer la labor de la Iglesia están surtiendo su efecto, aunque sí las colectas han bajado, como ya ocurrió en su momento con el cambio de la peseta al euro.
-Ha hablado de una situación económica deficiente en la Diócesis. Salió a la luz pública que su antecesor invertía los ahorros en bolsa. ¿Usted lo cortó de raíz?
-Ya estaba cortado cuando llegué. Creo que se invirtió en una medida que superaba nuestras posibilidades en patrimonio.
-Hablando de comparaciones. Con lo que se encontró tras el mandato del anterior obispo, con problemas con sacerdotes, malestar en los pueblos... ¿cuál es la situación ahora?
-Como en la economía, la primera virtud o característica de la gestión es la transparencia. Si tú eres transparente en tus propuestas y en tu gestión, la gente lo entiende. A los pocos meses de estar aquí, tras una mínima visión de conjunto, convoqué a todos los sacerdotes a una asamblea y les dije cómo veía la situación, las razones, las causas y cuales eran los caminos a que nos debíamos conducir. Yo les dije a los sacerdotes que hay que ponerse a trabajar y, desde ahí se entiende la evolución sin criterios sectarios o partidistas.
-¿Qué opina del tema de Educación para la Ciudadanía?
-No entro en la deriva que hay ahora en la Comunitat Valenciana si es en inglés o no. El problema es más profundo. Para decirlo pronto, breve y conciso: Educación para la ciudadanía sí, pero no así. Hay temas de fondo como es la visión del hombre... al menos dando la posibilidad de la apertura de la trascendencia, no como ocurre en la mayoría de los textos. Yo tengo un estudio sobre 17 textos y me parece que esto está truncado: la concepción del bien y el mal, la difusión de la ideología de género... Después, en segundo lugar, son las actitudes, los hábitos que intenta formar. El artículo 27.3 de la Constitución nos dice claramente que el Estado garantiza el derecho de los padres a que sus hijos sean educados conforme a sus convicciones religiosas o ideológicas, y eso es totalmente libre, incluso un padre está en su legítimo derecho de que su hijo no reciba educación religiosa y acepte la Educación para la Ciudadanía. Lo que no se puede es imponerla. El tema es quién tiene el derecho a educar a los hijos. Cierto que los chavales son educados por un conjunto de agentes, y eso es más que evidente. También la escuela educa y el Estado. Pero quien tiene el derecho preferente son los padres, lo cual quiere decir que tanto la escuela, como la Iglesia, como el Estado son subsidiarios. Ese es el tema que está de fondo. Educación para la ciudadanía sí. La Iglesia lo viene pidiendo hace muchos años, y así se dijo en el Vaticano II. En la encíclica Rerum Novarum hay una cita de la necesidad de educación cívica, pero una asignatura es limitar una educación que es transversal.
-¿Qué pasa en les Alqueries? Todos los años hay conflicto entre el párroco y la alcaldesa.
-Solo puedo decir que espero que en breve esté solucionado. Es un tema delicado, complejo, que tiene más trasfondo del que aparece en estos momentos.
–¿Cuál es el peso que tienen actualmente en la Diócesis los diferentes movimientos de la Iglesia como Opus, Camino Neocatecumenal, HOAC...?
–Todo lo que en la Iglesia está reconocido tiene su lugar, y eso ocurre con los primeros movimientos, como la HOAC Para este reconocimiento tienen que darse una serie de normas, emanadas desde Roma, porque son movimientos más amplios, o desde la Conferencia Episcopal o el propio obispo. ¿Cuál tiene más fuerza? Numéricamente está claro que el Opus Dei tiene presencia. La HOAC está trabajando, pero no son tantos; y la eficacia que tiene en sus ambientes no es fácil de determinar. Todos tienen cabida. Ahí está la riqueza de la Iglesia. Unidad, sí, pero en la pluralidad, o pluralidad, sí, pero en la unidad.
–¿Qué opinión tiene la labor del padre Ricardo? ¿Está dentro de la Iglesia?
–Está muy dentro. Hemos tenido varios encuentros. Hace un bien a los más pobres y desheredados que hay que valorar. Son muchos los que ayudan en la misma dirección que él.
–¿Qué esta fallando en la Iglesia para que la gente se aleje? ¿Debe modernizarse la Iglesia?
–La Iglesia es transmisora, no es dueña. Tiene dos fidelidades: Jesucristo y el Evangelio y el hombre actual, y ha de servir de puente. Lo que está fallando es la iniciación cristiana, la siembra... Me explico. Hablamos de catequesis de comunión y de confirmación, y estamos instrumentalizando la catequesis para recibir un sacramento. La catequesis ha de llevar al encuentro con Jesucristo, una adhesión a él, un conocimiento de él desde el Evangelio y una transformación de la persona, y en ese itinerario que llamamos iniciación cristiana, que nace en las etapas infantiles, hay que ir progresivamente y de una forma adecuada. La Iglesia debe modernizarse en los métodos, en la forma de dar la catequesis, en la forma de plantear los contenidos. El fondo no se puede cambiar.
–La moral de la Iglesia también provoca rechazo.
–Yo no puedo empezar por ahí, sino por la antropología que subyace en el Evangelio y, después, sacas las consecuencias morales que esa antropología tiene de la concepción del amor, de la sexualidad que se tiene. Ya sé que esa antropología choca muchas veces con lo que se vende, pero yo no puedo entrar en prohibiciones. Esa es una de las tareas más arduas que tiene la catequesis, que ofrece una concepción del hombre, de la mujer, del amor y de la sexualidad que contrasta con la que día a día están viendo los jóvenes. Ahora bien, todo lo que se deriva del Evangelio o la palabra de Dios se entiende en la tradición de la Iglesia y eso es lo que hay que transmitir.
–¿La Iglesia tiene que centrarse más en su aspecto social?
–Esa es la cara amable de la Iglesia, y eso vende. Pero la Iglesia tiene tres patas: la palabra, la celebración y la acción. Esa acción social, si no deriva de la celebración de la Eucaristía, a la vez expresión de lo que hemos proclamado, al final se tambalea.
–¿Cómo estamos de vocaciones? También con crisis, ¿no?
–Es un déficit que tenemos. Es el termómetro de la situación real y espiritual de nuestra Iglesia. En Europa estamos en una crisis fuerte de vocaciones. En cambio, en otros países hay un incremento. Eso es lo que tiene la Iglesia que, cuando en algún sitio merma, en otro sitio crece.
–Muchos católicos se alejan de la Iglesia para entrar en otras pseudorreligiones y sectas.
–Se está dando. Hay muchos bautizados que se adentran en el mundo de la lectura de cartas, esoterismo, sectas... Son católicos que se alejan de Dios. Si no cree en Dios, creerá en esos futuros o en el dinero... Al alejarse de la fe cristiana surgen esos fenómenos. Es una de mis preocupaciones. Se está detectando, sobre todo entre los hispanoamericanos, expuestos a la lacra de las sectas.
–¿Cuáles son las relaciones de la Iglesia diocesana con otras confesiones no católicas, como los ortodoxos rumanos?
–Hay, pero no suficiente. Con los ortodoxos hay unos contactos mínimos que hay que fortalecer. El mundo protestante es un poco más difícil. Con el Islam no es fácil. De todas formas, algún paso se ha ido dando.
–¿Qué valoración hace de la exposición actual de arte sacro Espais de llum?
–Son tres exposiciones de continente y contenido. Sobre todo el continente, con las iglesias de El Salvador de Burriana, y la Arciprestal de Vila-real, que han recuperado su esplendor. En Castellón, ha ayudado para acabar las obras de la concatedral. Las obras de arte expuestas son magníficas. No obstante, la exposición se entendería mejor si hubiera un relato continuado en tres capítulos para comprender mejor las obras, que han surgido de una fe cristiana y una finalidad litúrgica. Un relato que dé unidad, que dé un conjunto y contar una historia, no una historia inventada, sino asentada en la realidad.
–Hay gente que le critica que le cuesta mucho tomar decisiones.
–Me gusta trabajar de forma lenta. Más que costar, tomarlas. En eso cada cual tiene su estilo. No puedo poner un párroco aquí y mañana quitarlo porque no me ha funcionado. Creo que he hecho muchos cambios que cada uno es libre de valorar, y creo que estas decisiones no me han costado. Vengo de donde vengo. Evidentemente, Castellón no es lo mismo que Zamora o que Soria. Entonces, uno necesita un tiempo de aterrizaje y también de despegue. Cuando uno ha estado en un sitio que se ha sentido a gusto, ha establecido muchas relaciones de afecto con la gente, con los sacerdotes, pues todo eso has de ir despejándolo. Yo tengo claro que el Señor me ha puesto aquí y aquí es mi Iglesia. Y tengo que querer y aprender a querer tanto más que quería a la Diócesis de Zamora. Por otra parte, sois conscientes también de la situación que me encontré y, quieras que no, hay informaciones muy cruzadas que uno tiene que tomarse el tiempo para buscarse su camino.
–Dos años después, ¿empieza a estar a gusto en nuestra tierra?
–Hace mucho tiempo que ya estoy a gusto.
–Pero hablar valenciano no lo lleva muy bien...
–Poquet a poquet. A mí no me pidieron saber valenciano, ni tan siquiera aprenderlo. Que aquí se habla valenciano, yo como pastor tengo que hablar valenciano. Igual que me ocurrió con el bávaro, que lo aprendí de oído, pues voy aprendiendo la lengua. Si no es muy cerrado lo entiendo todo. Voy hablando ya, me voy soltando y llegará un momento, y espero que no muy tarde, que lo hable con fluidez, porque el saber no ocupa lugar y enriquece a la persona. Así de claro te lo digo.
–Ahora en la Diócesis de Segorbe- Castellón, ¿cuál será su próximo destino pastoral?
–Yo he venido con un billete de ida, nada más, hasta que Dios quiera. Es lo que Dios ha puesto en mis manos y punto. Ni he pedido, ni pasa por mi cabeza pedir un cambio.
(La entrevista que adjunto -por su creciente interés- en este blog ha sido realizada por el compañero del Periódico Mediterráneo, Vicente Cornelles. Las fotografías fueron tomadas por el fotógrafo Manolo Nebot. Se publicó el domingo día 30 de noviembre del 2008)