Cuando estas líneas vean la luz habremos comenzado o estaremos culminando el camino hacia el santuario de Sant Joan de Penyagolosa. Los peregrinos como representantes del pueblo de Les Useres cumpliendo una promesa hecha por sus padres y mantenida hasta ahora de una forma firme y fiel. Y un servidor, como acompañante de los mismos y representante de la iglesia.
El objetivo: pedirle a Dios la salud, la paz y la lluvia del cielo –da nobis salutem et pacem, et pluviam de caeli-. Pero también buscar el compromiso con la fe y ser más coherentes con ella. Por eso, nuestra primera actitud ante el camino ha de ser de conversión, de cambio, de arrepentimiento. De apartar el egoísmo, el sinsentido y el orgullo de nuestras vidas. Y en el camino deben resaltar la austeridad, el espíritu de fraternidad, de súplica, de acción de gracias, de interiorización de la propia vida. Peregrinar para encontrarse y encontrarnos. Esta marcha no debe hacernos olvidar lo que escribía San Agustín: “No vayas fuera; vuélvete hacia ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”. Por tanto, que en este camino busquemos “este tesoro (que) lo llevamos en vasijas de barro para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros” (2 Cor 4,7).
Que no nos quedemos sólo en los gestos y en los símbolos del camino. No busquemos sólo en la historia de una tradición medieval. Ahondemos en ella y penetremos en ella o correremos el riesgo de reducir esta profunda manifestación religiosa en un mero acto cultural e institucional. (Foto: Francisco Poyato)
El objetivo: pedirle a Dios la salud, la paz y la lluvia del cielo –da nobis salutem et pacem, et pluviam de caeli-. Pero también buscar el compromiso con la fe y ser más coherentes con ella. Por eso, nuestra primera actitud ante el camino ha de ser de conversión, de cambio, de arrepentimiento. De apartar el egoísmo, el sinsentido y el orgullo de nuestras vidas. Y en el camino deben resaltar la austeridad, el espíritu de fraternidad, de súplica, de acción de gracias, de interiorización de la propia vida. Peregrinar para encontrarse y encontrarnos. Esta marcha no debe hacernos olvidar lo que escribía San Agustín: “No vayas fuera; vuélvete hacia ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”. Por tanto, que en este camino busquemos “este tesoro (que) lo llevamos en vasijas de barro para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros” (2 Cor 4,7).
Que no nos quedemos sólo en los gestos y en los símbolos del camino. No busquemos sólo en la historia de una tradición medieval. Ahondemos en ella y penetremos en ella o correremos el riesgo de reducir esta profunda manifestación religiosa en un mero acto cultural e institucional. (Foto: Francisco Poyato)