miércoles, 1 de junio de 2011

"Nuestras miradas...el espejo del alma"

Nuestras miradas, lo dicen todo. No hay nada como los ojos para ver el interior de las personas. Dicen que ellos "son el espejo del alma". Y es verdad. Cuando veo esas pupilas tristes y apagadas, deduzco el sufrimiento del que las sostiene. Cuando brillan y reflejan dulzura y paz me transmiten inmensa alegría. Los ojos que rehuyen y se esconden, que no te miran fijamente cuando hablas, son los del miedo, del remordimiento de conciencia y de la falsedad. Los que traicionaron y no reconocieron su maldad. Porque la sinceridad no teme mirar de frente a los ojos. Y la serenidad se traduce en miradas confortables. Es decir, en las que el hablante descansa y el oyente se conforta. Todo un misterio, que -bien entendido- nos alecciona en la comunicación no verbal. En ese tipo de lenguaje que -en ocasiones- expresa y convence más que el de las palabras.
Siempre es fundamental mirar a los ojos. Regalar una mirada para poder sentir con los otros las realidades de la vida, que llevamos en el alma. Pero, cuidado. Porque los ojos pueden ver pero no mirar. Físicamente pueden estar presentes, pero espiritualmente ausentes. Y eso se nota, a primera vista. Y con muy poco esfuerzo.
Decía Henry Louis aquello de "vive de manera que puedas mirar fijamente a los ojos de cualquiera...". Porque cuando se puede mirar sin tapujos, nada hay que esconder ni disimular. Y así de claro, lo tuvo también Gustavo Adolfo Bécquer cuando afirmó que "el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada". Así es el lenguaje de las miradas. Del ojo que todo lo ve, siente y se resiente. Pero ¿nos sentimos engañados por algunas miradas? ¿confundimos unas por otras? ¿nos sentimos seducidos por ellas? Cuestiones, muchas. Respuestas, cada uno las que quiera. Algo claro: mirar a los ojos supone encontrarse en un inmenso mar de emociones y sentimientos. Si nos diéramos cuenta de la importancia de ese acto, tal vez cuidaríamos mejor nuestras miradas y, por consiguiente, nuestro interior. No vaya a ser que seamos un falso espejo de lo que somos. ¿Qué veo? ¿Cómo veo? ¿Qué dirán mis ojos? ¿Me puedo fiar?... Cada cual dirá. (Los comentarios los podéis hacer en mi Facebook)