miércoles, 13 de diciembre de 2006

"El Encuentro será un gran estímulo para hacer el bien". Entrevista con monseñor KARL JOSEF ROMER, Obispo Secretario del Consejo Pontificio de Familia

Ficha técnica:

FECHA DE NACIMIENTO: EL 8 DE JULIO DE 1932, EN SUIZA.

ESTUDIOS: CURSÓ TEOLOGÍA EN INNSBRUCK, ROMA Y MANCHEN. DOCTOR EN TEOLOGÍA DESDE 1958.

LABOR: TRABAJÓ EN LA PASTORAL JUVENIL. FUE PROFESOR DE TEOLOGÍA EN BRASIL. CONSAGRADO OBISPO AUXILIAR DE RÍO DE JANEIRO EN 1975

Son las diez de la mañana del primer viernes de junio. Y en uno de los Palacios extraterritoriales del Vaticano, en la Piazza San Calixto de Roma, el periódico Mediterráneo en exclusiva tiene el privilegio de conversar con Monseñor Romer, secretario del Consejo Pontificio para la Familia, que junto al Cardenal López Trujillo, se encarga de promocionar el ministerio pastoral y de apostolado en el campo de la familia. Y de animar, sostener y coordinar las iniciativas en defensa de la vida humana en todos los estadios de su existencia. Además, a partir de 1994, el Dicasterio es responsable de la organización de los Encuentros de las Familias, convocados por el Santo Padre.
-Como secretario del Consejo Pontificio para la Familia. ¿Qué responsabilidad moral y religiosa se le exige?
-Mi responsabilidad es la de todos los obispos, doctores de la fe cristiana y pastores del pueblo de Dios. Juan Pablo II, en el año 1.981, nos encomendó la función de animar a todos los sacerdotes y obispos del mundo y a los movimientos en favor de la vida y de la familia.

-Hoy día, parece ser, que el matrimonio tradicional queda desfasado. Los jóvenes quieren vivir un amor libre y sin muchos compromisos. ¿Qué aporta el matrimonio tradicional a la familia? ¿Es posible vivirlo sin dificultad?
-Vivimos en un tiempo materialista y hedonista. Muchos olvidan los ideales y quieren en el encuentro entre hombre y mujer apenas un placer sin significado más profundo. De ese modo, la persona, la mujer y el hombre, se vuelven cosas, un producto que se compra y vende. Es la degradación de la realidad más sublime: el amor de total e irrevocable confianza entre hombre y mujer. Amor exclusivo, sin límite y abierto a la felicidad de vidas nuevas. Pero debemos decir con alegría que hoy existen muchos jóvenes que desean algo nuevo. Quieren aprender el verdadero misterio del amor humano. Si la Iglesia supiera hablar a los corazones y a las inteligencias, mucha gente comenzaría a retomar la belleza del matrimonio cristiano. Usted pregunta si es cosa fácil. Yo le digo que no, porque ningún verdadero ideal es fácil.

-Muchos jóvenes no entienden a la Iglesia en temas polémicos como el aborto, el SIDA, y los anticonceptivos -entre otros-. Piensan que no se ajusta a los tiempos modernos y vive ya anticuada y desfasada. ¿Cómo explicaría que la Iglesia Católica mantenga su posición con respecto a estos temas y no cambie su versión? -La Iglesia no quiere acomodarse a nuestro tiempo actual. Quiere más bien ser para este tiempo una fuerza, una luz. Porque el tiempo de hoy es demasiado egoísta, que hace sumergir en el placer egoísta toda la belleza del amor humano. La Iglesia, lejos de ser anticuada, abre el camino para un verdadero futuro más humano. A los jóvenes hay que recordarles que los 40 millones de enfermos de AIDS/SIDA son en gran parte víctimas del egoísmo, del placer sin responsabilidad. Entre ellos existen víctimas inocentes, contagiadas sin culpa. Debemos decir a los jóvenes que la propaganda miente para ganar millones de euros. Los anticonceptivos, muchísimas veces no son seguros. Pero se trata de algo mucho más bello. La castidad como fuente de incomparable felicidad. Evidentemente no es nada fácil.

-El Papa visitará Valencia. ¿Qué importancia le merece el acto?
-La presencia del sucesor de san Pedro será una señal elocuente. Allí millones de personas buscarán profundizar en el conocimiento del sublime don de Dios: la familia. Ahora en muchos países los parlamentos igualan la familia con otras formas de convivencia. No es exigencia de Iglesia frente a Estado, sino patrimonio de la humanidad.

-Los que no son partidarios del gasto económico del Encuentro afirman que ese dinero podría invertirse en otras realidades más duras y más rentables. ¿Qué le parece?
-Sí, evidentemente, ese dinero podría ser invertido en otras cosas, pero sería una pérdida. La humanidad tiene necesidad de grandes símbolos colectivos. Un millón o dos de personas reunidas para rezar por la familia, será motivo de consuelo. Comparándolo, los juegos mundiales de fútbol tienen un valor colectivo y cultural, como celebración deportiva de una parte de la humanidad. Aún así, estos mundiales, también de valor, no fomentan en esta profundidad los más íntimos y sublimes valores de la persona. Y se gastan millones de euros. Este acto mundial será un nuevo estímulo para hacer el bien y para ayudar a los pobres.

(Publicado en el Periódico Mediterráneo. 11/06/06)