
Ayer mantuve una conversación telefónica con Paloma Gómez Borrero. Ella mejor que nadie conoce al Papa. Le pregunté sobre la veracidad de las noticias que aparecen constantemente en los telediarios sobre la salud del Pontífice. Con tono nostálgico me respondió: "Realmente hay una transparencia total de la información. Es verdad que el Papa está gravísimo y él mismo es consciente de que se está muriendo". Después, me dijo: "Héctor, lo que ha sembrado en sus 26 años lo está cosechando ahora. Ha sido el hombre de la paz y del diálogo". En mi corazón resonó la palabra esperanza. Una palabra de quien confía en algo o en alguien y no se encuentra defraudado. Creo que el talante de Juan Pablo II ha desbordado todos los parámetros. Incluso en sus momentos finales. Ha sido el siervo fiel y solícito que confía en la Providencia.
Las últimas palabras que pronunció Paloma Gómez eran: "Es como una vela que se está apagando". Es cierto que su corazón deja ya de latir pero su memoria e identidad trascenderán en la Eternidad. En un tiempo que no acaba.